El país seguro

Caricatura: Alfredo Sabat

Por Alicia Dujovne Ortiz

Extraído de "El país seguro" aparecido en LA NACION el 20 de setiembre de 2005

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A nosotros, acá, no puede pasarnos nada". La guerra estaba lejos; nuestros golpes de Estado y hasta nuestras semanas trágicas resultaban minúsculos en comparación con aquellas lejanas montañas de cadáveres. Es obvio que la dictadura militar nos cambió la imagen. Más tarde, el atentado a la AMIA nos convirtió en una de las primeras víctimas de la globalización del riesgo. Sin embargo, pudimos tranquilizarnos repitiéndonos que, no habiendo alcanzado la repercusión internacional deseada por sus comanditarios, ese tipo de atentados no se repetiría entre nosotros. Al ser menos visible Buenos Aires que Nueva York, Londres o Madrid, la prensa mundial le concedió a nuestra AMIA y a su casi centenar de muertos tan poco espacio, que desde el punto de vista del terrorismo, siempre necesitado de un escenario brillantemente iluminado, ese atentado fue lo que en idioma campero se llama gastar pólvora en chimangos."

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"El último grito de la moda europea en materia de peligros mortales es, además de los atentados fundamentalistas, una enfermedad tan poco lucida como la de la vaca loca (de la que, por esas cosas de la moda, justamente, ya se habla menos). Me refiero a la gripe aviaria, que, después de provocar desastres en los países asiáticos, acaba de superar los límites de Siberia, se cierne sobre Rusia y, desde allí, sobre todos los países europeos. No hay que creer -nos dicen los expertos- que bastará con masacrar a varios miles o hasta millones de pollitos enfermos, como en Asia han hecho el año pasado. Este virus originado en el bípedo emplumado también ataca al implume. Se transmite por contacto directo, pero también, colmo del disgusto, por los pájaros migratorios. Un estornino o un mirlo que vuelan por encima de un gallinero infectado contraen el H5N1 y lo reparten a lo largo y a lo ancho de sus rutas aéreas. Por si esto fuera poco, los expertos temen una mutación del virus de la gripe humana que, mezclada con la del pollo, produzca una epidemia mundial de alcances imprevisibles. Para dar una idea de la gravedad del caso, baste decir que el primer ministro Dominique de Villepin ha anunciado la preparación de doscientos millones de máscaras protectoras, exclusivamente destinadas al territorio francés."

"Lástima que la única protección tranquilizadora de verdad -una vacuna específica para este virus-no haya sido encontrada aún."
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"Considerar que de esta globalización de la gripe aviaria nadie, sino la mala suerte, tiene la culpa, resultaría posible si, por ejemplo, no estuviera comprobado que la enfermedad de la vaca loca se originó en los alimentos suministrados a los bovinos europeos para aumentar su rendimiento, y que consistían en un apetitoso compuesto de grasa de máquina, polvo de huesos de animales muertos y -último descubrimiento- restos humanos."

"Si bien aún no se ha llegado a dilucidar la causa del sida (¿experiencias de laboratorio con monos africanos?), todo conduce a sospechar que a los pollos asiáticos los han hecho ingurgitar más de un menjunje descorazonador. Puede que en épocas pasadas la gripe de una gallina aislada haya sido producto de la casualidad. Hoy, no. Una sequía en Africa o en el sudeste brasileño, dos incendios seguidos en hoteles para inmigrantes negros en París, el virus de las aves, el fanatismo del aspirante a mártir que acciona el detonador o -reciente caso, más elocuente todavía, si cabe- la inundación de Nueva Orleáns, son fenómenos tristemente relacionados entre sí. Todos tienen que ver con la injusticia, con la avidez y -en un mundo productor de hambrunas y de exclusiones que devienen venganza explosiva, o de pestes nacidas de un afán de lucro que se vuelve suicida- todos son criminales."

"Hasta el advenimiento de este drama en Louisiana, conectar atentados con epidemias o con catástrofes "naturales" pudo parecer traído de los pelos. Pero Katrina marca un momento de la historia de los Estados Unidos y, por ende, de la de todos nosotros, tan decisivo como las Torres Gemelas. Lo que ha salido brutalmente a la luz es la vergüenza de una sociedad considerada poderosa que funciona a dos velocidades. La segregación racial y la fractura social, que en general van juntas, han matado en Louisiana con tanta eficacia como las aguas. En esos guetos negros de la ciudad que fue la cuna del jazz, los muertos han sido, sencillamente, los que no tenían automóvil para escaparse. Tan sencillo como eso, y tan claro. Excluidos del sueño americano, los negros de Nueva Orleáns han sido las principales víctimas de un desastre anunciado desde mucho atrás. Los expertos sabían que, en caso de huracán, corriente en la zona, la erosión provocada por la edificación salvaje podía provocar la inundación. Lo sabían y lo dijeron. Sin embargo, para la "revolución conservadora" que preside los destinos del gran país norteamericano, la prioridad en materia de gastos fue la guerra de Irak."

"Si la administración de Bush demoró en reaccionar frente a la catástrofe y si, cuando lo hizo, envió más policías para reprimir los saqueos que ayuda para los damnificados, fue porque para esa administración la pobreza no existe. ¿Cómo va a existir si no se ve? Tapada detrás de un muro, como en la inmensa villa miseria mexicana que los turistas bordean sin enterarse de su existencia, o como en nuestra propia Ciudad Oculta, la de la capital argentina: invisible, negada, muda, insoportable, ahora la pobreza acaba de surgir ante los ojos, más enceguecedora cuanto más escondida."

"El país seguro se ha borrado del mapa, suponiendo que alguna vez haya formado parte de él. No hay islas protegidas. Ni las erigidas por la riqueza que encierra falsos paraísos detrás de otras murallas están a salvo (acaso sean ésas, y con toda justicia, las más expuestas). Nadie se animaría hoy a proclamar, en ninguna parte del mundo, que acá estamos tranquilos. En esta pésima distribución de la torta global, lo que seguramente compartimos es el peligro de contaminación o de estallido. Tomémoslo como una buena noticia: cuando hasta al más obtuso, al más satisfecho de sí mismo, de sus logros y de sus posesiones, al dueño de las más inquebrantables (y frágiles) certezas con respecto a su país, su casa, su identidad, su coche o su chequera le resulte evidente que este barco hace agua, acaso el miedo compartido nos vuelva humanos."