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20 octubre 2006

La lealtad, ¿vigente?


(En sintonía con este post:"Peronismo, Gremios y Patotas")

Ahora se recuentan los platos rotos. Y nos avergonzamos de loshechos del martes pasado, me refiero a los disturbios durante el traslado de los restos de Perón.
Nos avergonzamos de lo que piensan en el exterior de nosotros, de la imagen que damos hacia afuera de nuestro país. Notoriamente, lo ven como un hecho curioso, insólito, explicable tan sólo a través de los código de la barbarie. "No te pegues por mí Argentina", es el artículo aparecido ayer en el periódico español El País.
También nos avergonzamos por los daños materiales. Es un verdadero destrozoverdadero destrozo el que ha quedado en la quinta. Ni hablar de los heridos. Es verdaderamente un espectáculo lamentable.
Más lamentable y patético aún, es el de las acusaciones cruzadas entre el oficialismo, la opocisión, diferentes sectores del sindicalismo, y al interior del partido oficialista.
Claro porque el año que viene habrá elecciones y hay que capitalizar el momento violento, para poder sumar votos. Condenar el hecho deleznable y tirarle el paquete al otro.


El gran problema es que todos tenemos un poco de la culpa de lo que ocurrió el pasado martes 17 de octubre. Y de ese modo, generalizando la culpa, la responsabilidad se diluye. Y se diluye porque no conviene profundizar demasiado en la investigación.
Las patotas se batieron salvajemente durante un acto que debía ser solemne, respetuoso del pasado, en un día clave para el peronismo, el Día de la Lealtad. Aunque no parezca, fue también un ejemplo de lealtad. Una lealtad de cada patota a su cabecilla, y de cada cabecilla a un político.

La lealtad de la masa es ciega, en el momento del encuentro violento no se piensa. No hay razonamiento posible. La violencia puede ser desencadenada por cualquier hecho o gesto marginal cuando los grupos antagonistas van mentalizados para el choque. Es una lealtad un poco más degradada, porque hoy día todos los valores están degradados respecto a hace 60 años.
Todo esto prueba, una vez más, lo que ya han dicho muchos analistas, estudiosos e historiadores: el peronismo sin Perón no existe. El movimiento se reduce a una maraña de grupos sindicales y partidos, donde cada líder se disputa un pedazo de la torta. Así ha sido desde hace años.

El gran perdedor en todo esto es el pueblo, del cual estas patotas forman parte. Porque la lealtad unívoca no sirve. La lealtad hoy va del pueblo al líder, hay un "ida" pero no hay un "vuelta". La "vuelta" llega hasta el cabecilla que debe reunir a la patota. Sólo unos pocos sacan algo bueno de todo esto, y esos pocos son siempre los mismos.
De cada enfrentamiento violento se obtiene, por lo menos, una cosa en claro, esto es, cuáles son las partes en lucha. ¿Quiere decirme alguien si esto está claro? Mi humilde conclusión es que el enfrentamiento del martes sirvió para mostrar que nuestro pueblo sigue siendo víctima del clientelismo político y sindical, que abusan de la ignorancia y de la pobreza de la gente, y "capitalizan" el sufrimiento para ganar elecciones.
Después de todo la imagen que damos hacia afuera no es tan terrible como el fondo de la situación.



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